Portadas.


Subimos en aquel ascensor de época. La finca, Sanclemente veintiséis. Don José María abrió la puerta y pasamos a su despacho. Maderas nobles, toda la luz del mundo colándose por aquellos ventanales. Imponía. Don José María, claro, era don José María García-Belenguer, Hermano Mayor Presidente de la Hermandad de la Sangre de Cristo, Presidente por entonces de la Junta Coordinadora. Dios en la ciudad del tambor y el bombo. Nos invitó a tomar asiento y le explicamos el proyecto que nos ilusionaba y en el que ya trabajábamos: la edición de una revista dedicada a nuestra Semana Santa. Nos encontramos a un don José María atento, cercano, humano, educadísimo. Un señor. Nos escuchó con atención, nos aconsejó, supongo que intuyó los baches que encontraríamos en el camino pero prefirió, con una generosidad entonces inaprensible, dejar intacta esa energía propia de la juventud. Solo al término de la conversación preguntó qué teníamos previsto como portada, y ante nuestra indecisión fue cuando nos sugirió utilizar una fotografía del Cristo de la Cama. Un Cristo de la Cama que nos aglutina, el Cristo de todos los cofrades. Entonces no nos pareció ni bien ni mal, pero con el paso de los días la idea fue calando. El propio don José María, días después, nos cedió una fotografía de gran tamaño que se convirtió en la cubierta del primer número de Redobles. Por esa cubierta han pasado la Humildad, la Eucaristía, las Siete Palabras, el Prendimiento, los Nazarenos, la Piedad, las buenas gentes del Ecce Homo y del Huerto, incluso la Columna. Tengo muchísimas ganas de descubriros la portada del número 18. La protagoniza alguien que camina de la mano de la verdad, que no se achanta, que habla claro en un mundillo habituado a las medias tintas y a las medias verdades. Alguien a quien quiero mucho, alguien a quien admiro desde hace casi cuarenta años, alguien que merece, de nuestra Semana Santa, mucho más que una portada. Muy pronto desvelaremos el secreto.


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