Cero horas.


Doce de la noche del Jueves Santo. Una vez al año la medianoche y yo nos miramos a los ojos. Es la noche en que, bajo la trabajadera del Amor Fraterno, en Barcelona o donde quiera que ahora esté, lloro como un niño, como un perro perdido en la autopista.

Es la noche de la Piedad.

Será siempre la noche de la Piedad.

Hasta la calle del Olmo acudirán hoy Fernando Beltrán, Ángel Lafuente, Clemente Morón, Manuel Balet, Antonio Blasco del Cacho y Roberto Gracia. En San Cayetano colgarán sus capirotes en las varas del Cristo Luisito Savirón, Perico Cabeza, Carmelo Zaldívar, Arturo Samaranch, Ángel Duque, Paco Bernad, Cipriano Octavio y Ángel Agüeras. Savirón padre, Juan Cardona y Enós compartirán la vara de cabeceros. En la sacristía se refugian, musitando la oración precisa, don Leandro y don Antero. Caballero, Comet y Baselga no dudan un instante en colgarse los pebeteros; Puch, Comín y Balet, los faroles; Luis Peclós recorre las naves para comprobar que nadie ha faltado a la cita. En la del Buen Pastor, Josemari, Velilla y Rafa Gargallo se prestan a marcar el bolero. Alrededor de Nuestra Señora se ajustan los guantes de piel -luz tenue, el templo ya en silencio- Luis Sanz, Regino Borobio, García Molins, Pérez Gil, José María Burbano, Manuel Andrés, Emilio Bellod y Manolo Gimeno.

Suenan las campanas del Pilar. Un año más, como suenan desde 1938. Son las doce de la noche. Abajo capirotes. Al abrirse los portones de San Cayetano, ante una plaza vacía, con una Samaritana también enmudecida, comienza la procesión titular de Nuestra Señora de la Piedad en su camino hasta San Nicolás. 398 cofrades, todos los que ostentan el honor de que su nombre figure en los mementos, van a acompañar a la Madre hasta el Boterón. Ni un solo hermano de los que haya vestido ese hábito en su último viaje la ha dejado sola en esta noche; la noche del Jueves Santo de 2020 en que la Piedad, por si alguien lo dudaba, estuvo en la calle. Un año más, y van ochenta y tres.


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