La culpa fue de Manolo. De Manolo Calvera. Fue él y solo él quien nos enganchó a los viejos terceroles. Hermano Mayor del Ecce Homo, dinamitaba nuestras tertulias -en aquellos últimos años del siglo XX- hablando y hablando con amor de su cofradía. Nos abrió las puertas de su vieja oficina en la plaza de La Seo, nos mostró las indulgencias concedidas, el viejo guión, los libros que documentaban que tras este Cristo coronado de espinas había una devoción de siglos de la que él se sabía simple eslabón. La pasión la heredó otro buen cofrade, Pedro Elipe, que aparece, mangas de camisa arremangadas, en nuestras viejas fotos, veinte años más joven, moviendo atributos, ayudando a trasladar al Titular desde su templete a su carroza. Dos Hermanos Mayores que han contribuido, y de qué manera, a mantener viva a una cofradía que merecería vivas a su paso por las calles del viejo Rabal. Esta noche es noche de Dolorosa, sí, pero también noche de matracas. Y de timbaletas. Y de tomillo. Y de saber que en lo sencillo reside lo auténtico. Y de saber que cruzar el puente de Piedra, cada noche de Miércoles Santo, es dar gracias a Dios por seguir vivos. Por seguir juntos.
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