Hay una frase preciosa que el año pasado centelleaba en la contra del Heraldo y se quedó clavadita ahí adentro. La pronunció Carmen Etayo en entrevista concedida al periodista Raúl Lahoz y la rescato en esta mañana de Sábado Santo:
‘Para mí el corazón lo es todo: el sentimiento callado, profundo y respetuoso. (…). El ruido lo respeto. A veces, incluso lo entiendo. Mueve sentimientos diferentes. Pero prefiero el sonido de la campana y la concentración cuando vas en procesión’.
Es el arcano de una congregación que, siglo y medio después de su fundación, sigue caminando de puntillas por los arrabales que suponen el Sábado Santo. Todo, o casi todo, está consumado. Bombos, tambores y timbales, destensados. Flores en los hogares de tantos cofrades y también ante sus tumbas. Nuestras imágenes en sus altares; otras aguardan hoy nuestra visita al Santo Sepulcro en San Cayetano. Y solo romperá la bruma de la mañana un cortejo de esclavas que acompañarán a la Madre Dolorosa desde el Gancho hasta San Nicolás para enseñarnos a rezar de manera callada, mirada discreta, el corazón esperanzado. Se acerca la Resurrección. La viviremos desde nuestras casas, las acompañaremos también desde nuestro salón en esta mañana incierta.
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