Santo Entierro.


Todos atesoramos, en uno de los cajoncitos de nuestra memoria, nuestro primer recuerdo del Santo Entierro. El mío se remonta a 1980. Tras la procesión en la que la Piedad se traslada desde San Nicolás hasta la calle de Santa Isabel, subí junto a mi madre y a mi hermano pequeño hasta un piso de la calle Manifestación, 5, al piso que años después la Piedad utilizara como almacén de instrumentos. Era, por entonces -lo sé ahora, no lo sabía entonces- un Santo Entierro sencillo, austero, sin desbastar. Desde allí, bonete en mano, presencié aquel milagro que alguien ponía ante mis ojos, un milagro que tardé todavía algo en interpretar.

Esta tarde, a las seis, se abrirán de nuevo las puertas de San Cayetano. No lo harán de forma presencial pero sí virtual. Durante varios días uno de sus hermanos receptores, Nacho Navarro, ha dedicado horas a rescatar viejas fotos y documentos de aquí y allá para componer un vídeo y trasladarnos a la procesión de procesiones. A esa hora se estrenará en redes sociales -la Junta Coordinadora, por ejemplo, lo compartirá en su perfil-. Alquilemos unas sillas plegables de La Caridad, dispongamos tablones en el Mercado, pelemos naranjas y recojamos las ramas de olivo que los viejos terceroles nos tiendan. Vamos a viajar en el tiempo hasta nuestra procesión: ese milagro que, de tan cotidiano, en ocasiones no hemos puesto en valor. 403 años. La Zaragoza eterna.


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