Hay una larga entrevista que la Cofradía de la Institución de la Sagrada Eucaristía publicó en su programa del pasado año y que pasó desapercibida. No es una entrevista, en realidad: es una conversación entre hermanos. Javier Barco y Enrique Martínez hablaron, sentados en un banco de la parroquia del Perpetuo Socorro, ante la mirada del Señor de la Cena. Hablaron de la cofradía, del nuevo paso, del viejo Cristo del Amor Fraterno. De las muchas frases que Javier dejó en el aire -peces en busca de una bocanada de aire, peces en busca de pescadores- hay una que todo costalero zaragozano (muy zaragozano) podría tatuarse con tinta indeleble: ‘Abajo los faldones y el Señor arriba. No hay más’.
El Jueves Santo es emoción, es la cúspide de una montaña en la que a veces la ventisca nos atrapa; son velas, son tambores, son bombos, son Cruces In Memoriam -por lo que fuimos, por lo que seremos-, son los niños, pero también los mayores para quienes cada Semana Santa nos acerca un poquito más a la puerta de salida. Pero para quienes hemos sufrido y disfrutado de ser costaleros del Fraterno o del Señor de la Cena, no habrá nada que supla hoy el llevarlo de mármol a mármol, del Perpetuo al Colegio Notarial, del Perpetuo a San Cayetano, del Perpetuo y de vuelta al Perpetuo. Que no haya espacio para todos en las trabajaderas de 2021, que sobren cuellos y voluntades, será señal de que este Jueves Santo roto por el coronavirus habrá merecido la pena.
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